viernes, 12 de octubre de 2007

La interminable y triste historia del viejo del saco


Cuando era pequeño me solía ocurrir constantemente. Despertaba de golpe en medio de la noche completamente desorientado y fuera de mí. Tan horrendas eran mis pesadillas que estaban pobladas de seres grotescos que asechaban la tranquilidad de mi casa, y por sobre todo, perturbaban la fragilidad de mis sueños. Apenas veía caer el sol por detrás de la montaña, sabia que la ausencia de luz daría vida a un sin numero de criaturas que desde el amparo de la oscuridad conspirarían para hacer aun mas miserable mi vida.

Mi madre decía que todo estaba en mi cabeza, que tales monstruos solo vivían en lo más recóndito de mi fértil imaginación de niño, por lo que empecé a pensar que habitaban los espacios y rincones vacíos de mi cabeza, y cuando por alguna razón, no recordaba algo, atribuía a esas grotescas criaturas el haberse comido mis recuerdos, o en el peor de los casos, robar las paginas del libro de mi memoria.

Al crecer, y perder ese miedo irracional a la oscuridad, comprendí que mi madre solo tenia razón en la mitad de sus dichos. Llego por fin la noche, años después y ya de mayor, donde descubrí quien era en realidad el monstruo al cual debía temer.

La noche en cuestión, bastante pasado de copas, estacione lo mejor que pude el auto. Subí apenas las escaleras y entre lo mas silencioso por la puerta, ya que no quería despertar a mi compañero de departamento estando yo en tal deplorable estado etílico. Me arrastre con todas mis fuerzas sobre mi cama quitándome apenas los zapatos. Cerré los ojos y comencé a fantasear con aquella chica de pantalones blancos que había conocido. Tenia suficientes recuerdos de ella como para transformar aquellas etílicas fotografías mentales en un autenticó sueño erótico.

Fue entonces cuando escuche abrir la puerta de mi pieza…….pensé que podría ser mi amigo, que entraba a comprobar mi llegada, y como no escuche que me preguntara nada, fingí estar profundamente dormido para así dar la impresión de haber llegado horas atrás. Pasaron algunos minutos y me comenzó a molestar el sentirme observado durante tan silencioso momento. Al pasar como 15 minutos, y bastante cabreado, me senté en la cama para preguntar el porque de semejante actitud. Fue entonces cuando, para mi sorpresa, no vi a nadie parado a mi lado, tampoco nadie parecía haber abierto la puerta, y peor aun, seguía con la creciente sensación de ser observado.

Comencé entonces, a entrar y salir de mis recuerdos de infancia y a sugestionarme con la idea de volver a estar en presencia de aquellas viles entidades. Sentado en la cama dirigí la luz de mi celular a las 4 esquinas de mi pieza, para cuando estaba ganando algo de tranquilidad, sentí un hielo deslizarse por mi espalda y me di cuenta que estaba frente al monstruo de mis años de infancia.

El era la encarnación de todo aquello que un niño debía temer: un ser de brazos gigantes, manos vigorosas, espalda ancha, nariz prominente, y abundante barda. Pude ver bastante más dentro de él: sueños rotos, espíritu quebrado.

Al día siguiente quebré en mil pedazos el espejo que colgaba en la pared frente a mi cama….no quería nada que me recordara aquella historia que cuenta que todo adulto ha matado al menos un niño.













2 comentarios:

Marbot dijo...

Muy bueno flaco! Vengo de Mondocomic, no sabía que me iba a encontrar con semejante texto, atrapante hasta el final y con moraleja. Y es algo que nos termina pasando a todos che. Un saludo ;)

Anónimo dijo...

sin ser profecional es un texto bastante entretenido